¿Por qué las marcas de belleza están obsesionadas con la comida?
La belleza y la comida se unen en campañas que despiertan emociones, nostalgia y placer, creando experiencias multisensoriales irresistibles para el consumidor.
En los últimos años, las campañas de belleza han cambiado la forma en que conectan con sus audiencias. Entre sombras inspiradas en postres, labiales que huelen a fruta fresca y colaboraciones inesperadas con cadenas de comida, cada vez es más evidente que lo gastronómico se ha convertido en un recurso estrella para la industria del maquillaje y el skincare. Pero ¿qué hay detrás de esta tendencia?
La respuesta está en la psicología del consumidor. La comida, además de nutrirnos, despierta emociones universales: placer, nostalgia, confort e indulgencia. Ver el brillo de un glaseado, oler un producto con aroma a vainilla o toparnos con empaques que imitan postres, activa recuerdos profundos vinculados a la felicidad y la celebración. Esto le da a las marcas un recurso poderoso: la capacidad de enganchar al consumidor desde lo sensorial y emocional, más allá de la funcionalidad del producto.
Un caso claro fue la colaboración entre Rhode y Krispy Kreme, que logró un sorprendente +700 % de engagement en redes sociales. Esta unión entre una marca de skincare y una cadena icónica de donas no solo generó conversación, también mostró cómo un producto puede volverse aspiracional al vincularlo con algo tan cotidiano (y apetitoso) como la comida. Aquí radica parte del éxito: estas campañas no solo venden maquillaje, venden experiencias que el consumidor quiere compartir, fotografiar y presumir.
El fenómeno también responde a una estrategia más amplia: el marketing multisensorial. Al estimular varios sentidos al mismo tiempo (vista, olfato, gusto simbólico y hasta tacto) se logra una conexión más memorable. No es lo mismo vender un labial rojo, que vender “el labial con aroma a fresa que te recuerda tu postre favorito”. Así, la experiencia de compra se transforma en algo más que adquirir un producto: se convierte en un ritual de indulgencia y bienestar.
La creciente relación entre comida y belleza no es pasajera. Es una tendencia que combina emociones, cultura pop y estrategia digital para construir campañas memorables. Al final, el consumidor no solo está comprando un cosmético, está adquiriendo una dosis de felicidad envuelta en nostalgia y sabor. En un mercado saturado de opciones, estas experiencias gastronómico-beauty permiten que las marcas se diferencien, se vuelvan más cercanas y, sobre todo, más irresistibles.